Tenemos esperanza
Parece que no ha pasado el tiempo cuando el Elche CF de Fran Escribá salta al césped del estadio Martínez Valero. Las agujas del reloj se han detenido cuando el equipo franjiverde, con el sello del valenciano, luce el ADN de su entrenador. Mismo lienzo, distintos pinceles. Se conoce como identidad y deja huella. Nada ha cambiado. Se podrá ganar, perder o empatar pero todos los que conocimos aquel Elche CF, que por la demagogia y por la negligencia de sus gestores bajó a Segunda División, olemos aroma a orgullo en este que, con menos calidad y experiencia, está cosido por el mismo hilo del equilibrio y el orden.
La llegada de Fran Escribá al Martínez Valero ha sido el primer acierto de Christian Bragarnik. El propietario ha tenido que equivocarse en lo más importante, por partida doble no renovando a 'Pacheta' y contratando a Almirón, para entender que siempre se puede aprender en este caótico mundo del fútbol en donde la humildad es lo más importante. Que lo haya hecho por iniciativa propia o aconsejado, e incluso empujado, por el entorno; evidencia que su proyecto no está dibujado por una línea recta. De sabios es rectificar, o al menos eso dicen, pero el fútbol no es precisamente el mejor lugar para los clichés.
Volviendo al fútbol y a Fran Escribá, que a mí al menos me interesa más que darle vueltas al proyecto del silencio de Bragarnik, el sábado volvimos a recordar esa bonita, y sufrida, sensación de lo que significa ser del Elche CF, ojo, en Primera División. Volvió. Volvió el Elche CF que con Escribá ilusionó y convenció, volvió el aroma a gesta de Primera División, volvió la practicidad de la mano del equilibrio, la seriedad del orden defensivo y la efectividad de cara al gol. Volvió nuestra franja verde, la que nunca se rinde. La cabeza alta y el subidón de cero a cien que hace latir el corazón entre palmeras.
Tenemos esperanza, que es algo que hace tres semanas habíamos perdido. Tenemos ilusión. Ahora sufrimos aferrados a la realidad de un equipo que sabemos que quiere, puede y sabe. ¿Cuántos televisores se habrán apagado durante los dieciséis partidos que Almirón contagio su apatía y su desazón a un entorno que sabía que iba a ser difícil, pero no imposible? Escribá ha enderezado el rumbo. No se trata de ganar un partido, se trata de cómo se gana y cómo se genera un halo de confianza. Se llama liderazgo y obviamente resultados porque todo esto no sirve de nada si no se gana, pero hay formas y formas de ganar y luego está la del Elche CF de Fran Escribá.