Horizonte de esperanza
Cádiz debía una al franjiverdismo. El Elche CF se debía una a sí mismo. La necesidad ilicitana se convirtió en el Ramón de Carranza en motivación olvidando una ansiedad que, aunque pudo merodear en determinados momentos del partido, el conjunto de Fran Escribá supo y pudo gestionar. Contra todo y contra todos. Contra los golpes deportivos, arbitrales y psicológicos pero, sobre todo, con el ADN de equipo ganador que nunca decepciona. No hay nada peor que perder envuelto en dudas. La derrota del pasado martes ante el Deportivo Alavés había dolido, más que por el resultado, por las formas.
El triunfo vale doble. Ganar para sobrevivir, ganar para pensar en vivir. Ganar siendo fiable y demostrando que cuando se quiere, también se puede. El fútbol alza el telón cada siete días y en una semana el modo milagro volverá a estar activado para afrontar la última batalla de la guerra. Después ya no quedará nada. A vida o muerte, a permanencia o descenso. Ocho meses perdidos u ocho meses invertidos. La victoria como frontera entre el éxito y el fracaso de un curso en el que ha habido que aprender a remolque y contracorriente las lecciones que el fútbol te da en la máxima categoría del fútbol español.
La tozudez de las matemáticas y de un equipo que no ha querido tirar la toalla ha abierto un horizonte de esperanza que nadie va a explicar en Elche cómo se exprime. Que se lo digan a un equipo que decidió no irse de vacaciones por si sonaba la flauta y en la temporada más extraña del fútbol español acabó trazando la cuadratura del círculo, varias veces, para conseguir estar donde ahora defiende quedarse. La afición franjiverde tiene un máster en sufrimiento que está convalidad con otro de ilusión. Tan importante uno como otro para pintar una franja color verde esperanza en su corazón y su alma.
El domingo, habrá cinco mil personas en la grada pero muchas más en sus casas empujando los balones que, como en Montilivi, queden suspendidos en el tiempo y en el aire. Para que esta permanencia pueda ser de todos como fue aquel ascenso, para que esos milímetros que dibujan lágrimas cambien su sabor salado de tristeza por el dulce de la alegría. También puede que no se consiga. No lo olvidemos. Tampoco que los que hoy nos han regalado felicidad mañana nos puedan traer desolación. Deberá ser aceptada. Tienen el derecho a fallar sin reproches. Se lo han ganado, guste o no.
La última parada de la temporada 2020/2021 llegará el domingo a la estación Martínez Valero y el Elche CF no quiere bajarse de Primera División. Quiere seguir su trayecto por la élite del fútbol español para crecer y aprovechar las oportunidades que el fútbol regala. El Ramón de Carranza era el doble clavo ardiendo al que se debía aferrar un equipo que ha consumido casi todos sus milagros esta temporada. Casi todos. Siempre queda uno y eso puede darse el próximo domingo. Que cristalice o no en salvación dependerá de muchos factores intangibles y externos al Elche CF. El resto, lo debe poner el equipo franjiverde en el césped.