El sello Escribá
La victoria tiene muchos caminos en el mundo del fútbol. ¿Qué es jugar bien? Muchos dibujarán en su mente jugadas de tiralíneas o goles al primer toque. También los habrá que apostarán por la rocosidad y la practicidad defensiva y ofensiva como llave para alcanzar el triunfo. Hay tantas formas de ganar un partido como equipos para intentarlo. El Elche CF consiguió romper su sequía de tres jornadas consecutivas sin ganar por tensión competitiva. No fue el partido más brillante de los ilicitanos y seguramente, para el espectador ajeno al sentimiento franjiverde, algún que otro bostezo se disparó en mitad de la comida de mediodía. Pero ante el RC Celta, los hombres de Escribá dieron una lección de trabajo para enseñar cómo se gana un partido, más allá de la calidad, con intensidad.
La suma de los esfuerzos individuales conduce a la victoria colectiva. Cada acción tuvo en mayor medida colores blanco y verde. A falta de brillo, el músculo gana partidos cuando las condiciones del terreno de juego no permiten lucir. Cada duelo tuvo el sello del Martínez Valero y eso Escribá lo agradece con una nota sobresaliente a la forma de empeñarse, emplearse y desarrollarse sobre el terreno de juego. El Elche CF ganó ayer porque fue mejor que su rival. Lo fue porque pudo y porque quiso. El trayecto entre ambos conceptos parece tan obvio que muchas veces se presupone pero de decirlo a hacerlo hay muchos pasos que dar para lograrlo. Se llama competir. Un paso más allá de jugar y dos que entrenar. El camino más corto entre dos puntos es la línea recta y para dibujarla hay que tener constancia pero, sobre todo, convicción de que se sabe trazar.
El triunfo cosechado ayer está cocido a fuego lento y cosido puntada a puntada por el sello Escribá. Paciencia por bandera con grandes dosis de trabajo. Si hay un partido para poner como ejemplo el método del valenciano, éste viene como anillo al dedo. Una forma de entender el fútbol que puede que en otros clubes no haya funcionado pero que en el Martínez Valero ha encontrado su alter ego en forma de equipo. El valenciano tiene mimbres para ponerlo en práctica y hacer disfrutar, bajo su forma de entender el fútbol, a la parroquia ilicitana. Todavía recuerdo el mensaje con el que el entrenador se presentaba en sociedad franjiverde con su ya famosa y conocida teoría de la manta. Nada ha cambiado desde entonces. El valenciano apuesta por el equilibrio y si los errores individuales lo permiten, llevar los partidos al cuarto oscura, sin sobresaltos ni artificios, es el camino más corto al triunfo.