Caliente, caliente

Caliente, caliente

Jerónimo Tormo,

‘Pacheta’ no se muerde la lengua. Sobre todo cuando la realidad del Elche CF la ha marcado un primer tercio de competición en la que el equipo franjiverde ha sumado casi la mitad de los puntos que ha disputado, y no una derrota en la que un equipo ha quedado maniatado por un rival superior en cantidad y calidad. El burgalés aísla al grupo como un padre protege a sus hijos. Con la reprimenda necesaria si las cosas se hacen mal pero siempre, con la necesidad de tener que mejorar en el día a día y aprender de los errores cometidos para que no vuelvan a suceder.

Nadie podrá decir que este Elche CF no se lo trabaja. Distinto es cuando llega la hora de facturar y el rival te supera, algo a lo que está expuesto hasta el mejor equipo del mundo. La victoria ante el CD Mirandés ha cerrado muchas heridas abiertas tras el duelo en El Alcoraz. “Lo que queda en Huesca, se queda en Huesca” analizaba desde estas mismas líneas la semana pasada, porque vivir anclado en la derrota del pasado domingo era volver a hacer en ella. El grupo se ha rehecho y se ha ganado el derecho a dar en los morros a todo aquel que en su crítica escupiera hacia arriba.

‘Pacheta’ es tan libre de alzar la voz como el entorno de opinar, pero el que no engaña es el césped y el doble filo de que cada siete días se pueden enmendar errores, o hacer más grandes. “La temperatura de un equipo es el estadio, nada más. Ni redes sociales ni nada”. Tiene razón el burgalés. Hemos entrado en una vorágine en la que lo irreal parece lo real y el sentido común queda aparcado por mensajes malintencionados que, en lugar de buscar la crítica constructiva, se limitan a golpear y dañar desde el interés detrás de ordenadores o altavoces teledirigidos. Nadie mejor para saber que las cosas no se hicieron bien en Huesca que el propio equipo como también nadie mejor para reivindicarse que el propio  equipo.

El partido de ayer era partido de apoyar y animar desde la grada, de exigir como siempre pero dejarse la garganta en cada acción. Partido de morderse las uñas si las cosas no salen y de jalear cuando las piernas fallan. Partido de los de no dejar sólo al equipo por un tropiezo que, por muy mala imagen que haya enseñado no es la de este grupo de futbolistas. El Martínez Valero se está teniendo que acostumbrar a ver a su Elche CF ganar en cuentagotas y con un estilo de juego que se va amoldando a las exigencias de una plantilla corta en efectivos y limitada a la hora de plantear situaciones que, por características, le es imposible alcanzar.

Los ilicitanos se han dado cuenta de que la temperatura de su afición es tan caliente como agradecida. No son sólo detalles como aplaudir a Juan Cruz cuando sale a calentar, reconociéndole el esfuerzo individual de querer y poder volver al verde en tiempo récord, es también el reconocimiento a un esfuerzo que, a pesar del abultado marcador, deja un partido de practicidad y efectividad. De los poco vistosos que no son tan gratos a la vista como quien paga una entrada para un espectáculo querría. Pero esta es la realidad de este Elche CF. Un equipo que camina entre dos aguas, capaz de lo mejor y lo peor en su intermitencia pero que si le pinchan, sangra.

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