Sí, yo soy del Elche CF

Sí, yo soy del Elche CF

El ADN Elche CF cotiza al alza. ¿Por qué ser de otro equipo cuando puedes ser del franjiverde? Es la pregunta que muchos aficionados del conjunto ilicitano deben de estar haciéndose tras la doble cita disputada ante el Real Madrid CF en las últimas setenta y dos horas. No hay nada más bonito que sufrir y disfrutar con el equipo que has mamado desde pequeño, y que es la herencia que un abuelo regala a un padre para que se la inculque a su hijo. Yo la he vivido desde la cuna. Desde cuando el cemento era la imagen de un Martínez Valero que en Segunda División B hacía que la gente se preocupara, más que por el resultado del fin de semana, por la supervivencia de un sentimiento que se ahogaba en su propio incierto futuro. Muchos hemos pasado por esa época y la hemos maldecido tanto como anhelado, una vez que ha sido vencida. Un momento de la historia franjiverde que ha dado forma al aficionado que somos hoy en día. Quizás por eso disfrutamos el doble de Primera División. 

Nunca creímos que la franja verde podría codearse con el fútbol de élite porque la veíamos tan lejos que parecía inalcanzable. La tocamos con la punta de los dedos. La cogimos y la disfrutamos hace años para, como si de una pesadilla se tratara, retroceder en el tiempo y volver a las catacumbas del fútbol español. Pensábamos que era la penitencia a la osadía de haber sacado pecho y habernos creído lo que no éramos. Castigados. Miramos de frente a lo que es penar por el pozo para dar el salto y recuperar la sonrisa. Y cuando creíamos que ser del Elche CF era sufrir apareció Pere Milla en el minuto en el que cantan los ángeles para cerrar un círculo que hace de la historia de la franja verde una de las más bonitas del futbol de todos los tiempos. Vivimos la grandeza de este deporte desde la satisfacción de sabernos fieles a un equipo humilde y modesto. Un equipo de pueblo del que nos sentimos orgullosos cuando lo resaltamos. Sí, somos de pueblo. ¿Y qué? Es nuestra identidad, a mucha honra. 

Entendemos, aunque nos moleste, que haya generaciones que no sepan qué es ser del Elche CF y que se prefiera buscar en otros rincones del mapa futbolístico nacional unos colores a los que animar. Lo respetamos. Tanto como que acudan a nuestro Martínez Valero a cantar los goles que nos marcan, como si de una final de competición europea o mundial se tratara. Ellos no están acostumbrados a hacerlo. Nosotros sí. Para nosotros, cada gol de nuestro Elche CF sabe a final. Es la pasión de no saber cuándo volveremos a celebrar una alegría. Puede que sea la última y si no lo es, nos los parece porque las contamos con los dedos de una mano, y aún nos sobran. Qué pena, qué orgullo. Qué extraño, pero que injusto. Salir del Santiago Bernabéu enfadados con un empate. Qué bonito que es nuestro fútbol y qué doloroso. Cómo se disfruta y cómo se sufre. Cómo se pasa de cero a cien y de cien a cero. Del blanco al negro y del negro al blanco, sin un gris intermedio. 

El fútbol nos regaló hace casi cien años un sentimiento para pintar de blanco y verde nuestros corazones. Quién les iba a decir a aquel grupo de ilicitanos, que en la pirotecnia de José Albarranch se reunieron, a la sombra de pólvora y de palmeras, que su sueño sería la realidad de sus hijos y de sus nietos un siglo más tarde. Que lo que aquellas palmeras en 1922 veían nacer iba a llegar más vivo que nunca a 2022. Que las alegrías vividas no superarán en número a las tristezas pero que cada victoria ha valido el doble de cada derrota. Qué nadie nos diga que ser del Elche CF es menos que ser de otro equipo, porque los títulos no miden la grandeza de un club. Es la diferencia entre el precio y el valor. El primero se paga, el segundo se conquista. Ser del Elche CF podrá tener el precio de pagar una entrada pero el valor de sentirse especial se madura cada fin de semana de pasión viendo a tu equipo en El Clot, Don Jeremías, Altabix o Martínez Valero, porque el sentimiento no se mancha para que digamos orgullosos, sí, yo soy del Elche CF.

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