Hombre de fútbol
Christian Bragarnik, a su llegada al Diego Quiles / Luismi Mora (COPE Elche 100.8 FM)

Hombre de fútbol

Jerónimo Tormo,

Christian Bragarnik se ha equivocado. Ni un mes ha durado el voto de confianza que el propietario franjiverde tuvo que suplicar, como telonero de la presentación de lo que apuntaba a hecatombe, para su Jorge Almirón. Una apuesta que nacía muerta y en donde el tiempo ha dado la razón a la lógica con un cese de verbena, vestido de dimisión. “No me considero soberbio, sí inteligente”, destacaba EDT a la hora de defender la decisión de recuperar a su representado para el banquillo franjiverde. Preocupante. Tanto como un volantazo de ciento ochenta grados, que sólo el reloj de arena dirá si llega a tiempo, que no puede esconder la realidad.

Jorge Almirón, que por no perder las costumbres, ha presentado su dimisión. Ya lo hizo hace veinte meses y lo ha vuelto a hacer veinte meses después. Todo un sainete para regatear la realidad que marca la actualidad franjiverde. No se puede creer lo que no es creíble, más aún cuando el entrenador argentino repite un guión de formas. Pero, si fuera cierto un mensaje enviado desde el propio club ilicitano, la figura de Bragarnik queda en evidencia por no haber sido el que ha cogido el toro por los cuernos para cortar la cabeza de su técnico, con dos de quince puntos en el casillero y sensaciones de equipo muerto.

Era imposible que Jorge Almirón fuera la solución del Elche CF. Christian Bragarnik ha jugado con todo y con todos. Al más puro estilo dictatorial de quien tiene el músculo accionarial de una entidad que, por mucho dinero que haya invertido, podrá ser suya desde la legalidad pero nunca dejará de pertenecer al aficionado franjiverde. Su mensaje era humo y cuando el humo desaparece no queda nada. Sólo la labia de quien ya no engaña a quien quiere, sino a quien puede. Los votos de confianza que carecen de credibilidad tienen las patas muy cortas. Veinticuatro días le ha durado al argentino el opio para el pueblo.

Improvisar nunca tiene premio y Bragarnik se ha convertido en responsable y culpable de una vergonzosa crisis en la que el cesado Almirón y la actual plantilla franjiverde deben asumir su parte de protagonismo, pero que el proceder ególatra de EDT le ha dejado en el centro de la diana. El personaje se ha comido a la persona. La desidia que desprende el propietario franjiverde es indefendible. El equipo se desmorona y camina en picado hacia Segunda División y su estrategia es marcharse a Argentina. Sólo EDT, cada vez menos EDT, sabrá si para ahorrarse cánticos desde la grada como los del pasado lunes. Sólo él lo sabe.

Su comparecencia pública fue vendida, no hace mucho por sus palmeros (aún los hay), como un gesto de fortaleza. Una forma de dar la cara ante la adversidad. Nada más lejos de la realidad. Sus palabras, vacías y retóricas, respondían a lo que hoy se cumple. Miedo a la situación. Prevenir antes que curar para apagar un fuego que él mismo ha avivado con su falta de perspectiva para resolver los problemas que ha generado y ha alimentado. EDT no es tan fuerte como parece. No le gusta que le lleven la contraria, menos aún que se le cuestione. Quien esté dispuesto a hacerlo, de verdad y no porque cambie el viento, merece mi respeto.

Es imperdonable hacer las maletas cuando más se te necesita. Los líderes son los primeros en llegar y los últimos en irse. Si Almirón no puede llegar el último para subirse a un autobús de expedición, Bragarnik no puede marcharse a Argentina cuando el equipo es colista de Primera División, sin ganar y sin saber qué es dejar portería a cero en trece partidos. El propietario sabía el precio a pagar por jugar a ser dios del fútbol y comprarse, aunque todavía lo siga pagando, un club al otro lado del charco. Si es incapaz de asumir lo que significa el peso de la franja verde, que coja el petate y que se vaya.

Un propietario de un club de fútbol, como cualquier jefe o responsable de un grupo humano, no escribe mensajes en Instagram señalando. La ropa sucia se lava dentro del vestuario. No se puede pedir unión y ser el primero en romperla. No porque se ajuste más o menos a la realidad, sino porque, como si de un padre se tratara, futbolistas y entrenadores van de la mano como hijos. Diferenciar es manchar y perjudicar a la familia. Un gesto nada inteligente de quien se jacta de ser orfebre y alquimista del deporte del balompié. El propietario ha cesado al técnico, pero no le ha expuesto al escarnio público al que ha sometido al futbolista. Muy feo.

Christian Bragarnik ha traspasado una línea muy peligrosa y ha dejado una sensación. No le importa lo que pase. Firmó a un entrenador incompetente, que ha pasado de dieciséis jornadas sin ganar a veintiuna, y ha despreciado al futbolista. Le destituye y patada adelante, a por el próximo juguete roto. ¿Suficiente? El fútbol no admite déspotas y Bragarnik confunde el respeto con el miedo. Ha marcado el principio del fin. La crónica de una muerte anunciada de un “hombre de fútbol”, que se llevará con él el club a Segunda División. Un hombre de fútbol al que le ha sonreído la suerte en Elche y el Elche CF, y poco más.

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